El miedo al abandono es un gran maestro
Comenzare contándote que días antes de contraer matrimonio, mi novio me informo que existía otra y que estaba embarazada. La infidelidad apareció en mi vida con dureza.
¡Mis emociones explotaron! La rabia, la impotencia, las ganas de mandarlo a la mierda, porque ya tenía preparado todo para el casamiento y a él no le importó.
Y la voz de mi mamá que me machacaba: “tú tienes que salir de velo y corona de tu casa.”
La mente se me nubló y al escuchar que a pesar de eso él se quería casar conmigo, no pensé en nada más que casarme para evitar el qué dirán.
Entré a la relación con la necesidad de evitar repetir el patrón de mamá, a quién mi papá abandonó. La verdad es que el dolor y el miedo a que me abandonasen era una constante en mi día a día.
Me convertí en una esposa sumisa que callaba todo, asumí el rol de proveedora del hogar, por lo que las cosas se hacían como yo decía: todo excepto que mi esposo me respetara, valorara y amara. Muy por el contrario: fui engañada por segunda vez, y hubo una tercera y también cuarta infidelidad.
En mi historia de vida, el estar en el dolor de niña, me llevó a normalizar la infidelidad en mi relación de pareja, haciendo la vista gorda por el miedo al abandono.
¿Por qué no terminaba la relación y salía de ella, si era una mujer que trabajaba, con buen sueldo, tenía casa, carro y todo para independizarme?
Simplemente porque no me veía viviendo sin un hombre, pensaba que la frase que había jurado en la iglesia “hasta que la muerte nos separe” era una verdad inquebrantable.
Me sentía fatal, desmotivada, fea, desvalorizada…
Me la pasaba preguntándome ¿qué estaba dejando de hacer que yo, para que él se comportara de esa manera?
Esa era una mirada que no me permitía asumir la responsabilidad de mi vida.
¿Entonces qué hice para aliviar mi sufrimiento?
Acepte la presencia de un amante creyendo que el sí me valoraría y me daría todo lo que mi esposo no me estaba dando.
Error fatal porque ningún hombre puede llenar el vacío de la falta de amor propio.
Ese amante me llevó aún más al borde de mis límites, haciendo cosas que nunca pensé vivir, como lanzarme la ropa a la calle, y otras peores.
Ahora comprendo, después de buscar ayuda, que necesitaba aceptar la responsabilidad de mis resultados y decidir decirle ¡basta al sufrimiento!,
Entendí que la infidelidad se mostraba a través de mis parejas, para que me diera cuenta del gran desamor que tenía hacia mí misma.
Cuando se tiene amor propio y se está en una relación, entonces las acciones que realiza esa persona se entienden como un quebrantamiento de su palabra y no como algo personal.
Así pude superar la creencia que “el otro me era infiel y que yo era la culpable de su accionar.”
No somos culpables de las acciones del otro, pero si responsables de las nuestras.
El daño emocional no me lo hace el otro. Soy yo la que lo acepto.
Entonces hay que reconocer que la infidelidad no existe como tal, sino que se manifiesta en el afuera, como un maestro para mostrarme todas las zonas oscuras que hay en mi, en las que yo no me amo y soy infiel a mi misma.